sábado, 30 de octubre de 2010

Estaría bien si os contase un cuento?

Como ya todos sabréis a estas alturas, soy una cuentacuentos de renombre mundial sí, claro xD así que en esta ocasión especial voy a contaros un cuento, un cuento que no es de este mundo.






           Había una vez una princesita, que vivía encerrada en un castillo. Su madre estaba muy enferma, y no había podido tener más hijos, ni siquiera la dejaban visitarla. Su padre la educaba para ser una gran gobernante, ya que era la única que podía llevar adelante tu estirpe, pero ella era una niña muy dulce y amable con todos. Como siempre iba cantando y revoloteando por todas partes de su castillo, todo el mundo la conocía como Ayatse, la pequeña princesa pájaro.

            Cuando cumplió 13 años, le hicieron una gran fiesta. Todos los nobles de su reino fueron invitados, y nadie pasó hambre ese día en todos los pueblos del reino. Al palacio fueron invitados funambulistas de todo el reino para que animasen la fiesta. Una gran familia de artistas fue el gran acierto del día. Cantar y bailar tenía otro significado en sus cuerpos. Un viejo creaba figurillas de papel, y mientras su mujer contaba un cuento, las figurillas cobraban vida, y lo representaban. Hacer piruetas y mantenerse en el aire, suspendidos en trapecios a muchos metros de altura,no tenía ningún secreto para sus hijos. Y sus nietos, que no pasaban de ser adolescentes, hacían toda suerte de contorsiones, trucos con fuego, cuerdas y malabares. En cierto momento, un ayudante de los trapecistas cayó al suelo, golpeado por uno de los columpios. La caída no fue muy grave gracias a los reflejos de varios compañeros, pero el chico quedó inconsciente. Inmediatamente el rey se disculpó con sus comensales por el incidente, y fue a hablar con los funambulistas. El chico continuaba inconsciente, y necesitaba atenciones. La pequeña Ayatse se había acercado sigilosamente, y se ofreció a cuidar del chico hasta que despertase. El rey rehusó con todas las letras, pero la niña tenía miedo de decepcionar a sus invitados si notaban la falta de algún sirviente, o incluso de las atracciones de los artistas. Llevaron al joven a un cuarto, y la chiquilla lo veló durante horas. A media tarde el chico despertó, y abrió sus verdes ojos como dos platos. La chiquilla se sobresaltó pero le sonrió.
-Cómo te encuentras? -dijo la princesa- Te duele algo? -el chico la miró un instante, confuso y luego negó. Su cara huesuda y su cabello ligeramente ensortijado acompañaban el color de sus ojos.- Eres extranjero. -sentenció la pequeña. Por supuesto que lo era, no había nadie en Katunalia con los ojos verdes ni aquella constitución física. El chico se levantó de improviso y pasó de largo de la princesa, hasta las puertas de madera y papel que daban al jardín, a espaldas de ella. Se apoyó en la puerta y miró afuera.
- Y usted la princesa de Katunalia. -respondió él, mirándola. Sus largos y lisos cabellos caían hasta muy por debajo de su cintura, y sus preciosas ropas adornadas con filamentos de metales preciosos no dejaban duda alguna. Además, era la anfitriona de la fiesta, y la había visto en la cabecera de la mesa presidencial.
- Eres un Faira -lo acusó, con todo el golpe de voz que puede dar un susurro. Él se estremeció, y su respiración se alteró. Torció el gesto hacia afuera y ella se puso en pie, acercándose a él.
- Deberíamos volver a su fiesta, princesa. -ella se acercó más a él, y se le enfrentó, con una gran sonrisa.
- Porqué querría volver allí, si tengo el ser más fascinante que podré llegar a ver nunca justo delante de mí.
- Hay miles de Faira al otro lado de la frontera.
- Podría haberlos al otro lado de los muros de este castillo y no llegaría a verlos nunca. -él la miró entonces, extrañado.
- No sale nunca de aquí? -ella negó con la cabeza. Sí salía, pero sólo en sus sueños más rebeldes.
- Pero me gustaría hacerlo...
- Yo podría ayudarla a escapar. -dijo el chiquillo sin pensar.
- Si nos pillasen te colgarían.
- Un huérfano más o un huérfano menos no haría diferencia alguna.
- La haría si ese huérfano menos fuese por mi culpa.
- Dicen que la felicidad se consigue haciendo felices a los demás. Y quién sería más feliz que aquel que hiciese feliz a la princesa en persona? -la niña sonrió. Ver el mundo exterior con sus propios ojos... Un sueño.
                
               Una hora después de esto, corrían ambos por el bosque, siguiendo unas extrañas piedras doradas. El chico no entendía muy bien cómo habían llegado a tal situación, sin embargo, sabía que algo tenía que ver con el gran poder que albergan los Algaria. Corrían sin mirar atrás, corrían y corrían alejándose cada vez más del palacio. No llegaron demasiado lejos. Al torcer un camino se dieron frente a frente con un oso. El chiquillo apartó a la princesa justo en el momento en el que el oso lanzaba un zarpazo contra ella, y lo desgarró de parte a parte, matándolo al instante, reduciéndolo a un polvo brillante como el bronce. La niña, desesperada, comenzó a chillar, y todo el oxígeno y todo el hidrógeno a su alrededor empezaron a condensarse y helarse a mucha velocidad, cubriéndolo todo, incluída a la pequeña princesa. Bajo la luz de la luna el bosque se transformó en un lago, y la princesa en un pájaro y después de ésto el lago se volvió hielo, y el pájaro echó a volar. Voló tan alto, y al mismo tiempo se quedó bajo el lago, presa por el polvo de bronce. Su esencia se desgarró y quedó atrapada para siempre en aquel lugar.

Cuando se dieron cuenta de su desaparición, el Rey la mandó buscar, y pero nadie la encontraba. Después de ésto se sucedieron muchas guerras por el trono. Finalmente, el país cayó en la miseria, y la población se redujo en muchos miles. A estas alturas ya no había rey, ni posibilidad de que lo hubiera, y nadie sabía ya porqué tal cosa había sucedido. Siglos después de éste incidente, los comerciantes que pasaban sobre el lago helado hablaban de apariciones. Contaban que una niña sin cuerpo corría y cantaba por todo el lugar, y parecía estar jugando al escondite. Otros, sin embargo, decían que un gran ave se alzaba del hielo en las noches de luna llena, rodeado de espirales bronceadas: De Polvo de Almas.
En todos los reinos era muy conocido, como todas las otras Aves. Le llamaban Ayatse, el Ave de Katunalia.

Moraleja???

2 comentarios:

CarloZ dijo...

Wao... Esta buenisimo... Tienes una gran imaginación y escribes de lo mejor... Espero leer otro cuento de esta cuentacuentos...

Saludos!!!

X Miranda dijo...

me gusto mucho :O
y eso confieso que soy nueva en el blog!
sigo pasando por aqui de todas maneras :)
me encanto el cuento de verdad! haha famosísima cuentacuentos ;D